Terribles criminales

Pocas veces el veredicto del jurado ha sido tan compartido por la mayoría de los ciudadanos e, incluso, aplaudido. José Bretón, el asesino de sus hijos pequeños, de dos y seis años, había sido ya condenado por quienes siguieron el juicio y advirtieron en su actitud gélida y distante los síntomas de un criminal terrible. La sociedad no puede permitirse tener en su seno a esos criminales de espanto. La Constitución abolió la pena de muerte, que sería la sanción que probablemente correspondería a Bretón. Dejarlo entre nosotros, aunque sea en una prisión, genera inquietudes. Pensar en el día en el que Bretón, pasados unos años, vuelva a la libertad (que para él ha sido la libertad para matar) causa preocupación. Cada vez resulta más oportuna y conveniente la cadena perpetua revisable con periódicos exámenes de la conducta, hasta que el preso sea susceptible (si lo fuere) de la reinserción social. Con una reforma legislativa de esta clase, los que siguieron el proceso de Bretón podrían sentirse satisfechos.